En la actualidad, las personas se afanan en la búsqueda de la felicidad más que en la esperanza de salvación.
¿Qué salvación cabe esperar en una sociedad en la que Dios es el gran extraño? ¿No se ha cansado ya el ser humano de esperar? Incluso, yendo más allá, ¿acaso muchos cristianos esperan algo? ¿Se habla de la salvación en la catequesis? ¿Da miedo hablar de ello porque a la gente no le dice nada la palabra salvación? ¿Qué felicidad ofrece Jesucristo?
Las Bienaventuranzas de Jesús de Nazaret son para los cristianos la carta magna de la felicidad. Desde ellas, podemos afirmar que la originalidad de la ética cristiana se resume en “lograr que en este mundo haya menos sufrimiento y más felicidad”.
En la catequesis, lo más importante no es comunicar nociones o doctrinas, sino iniciar a la experiencia de la fe. De ahí que, para anunciar el mensaje de la salvación, lo más decisivo es ofrecer, contagiar y ayudar a vivir experiencias de salvación convincentes. La catequesis ha de narrar y comunicar experiencias de gente salvada, constatables aquí y ahora, cercanas al contexto de la propia comunidad y del propio ambiente de vida. Esto resulta hoy más necesario que nunca.